Yosu Meabebasterrechea es el autor de la investigación y creación de esta técnica nueva.
Esmalte de Piedra
Hace unos 15 años, encontré en un horno de pan de un caserío, propiedad de mi abuelo Félix, una piedra que tenía unos brillos singulares. Como el horno estaba en ruinas, me traje la piedra a casa por curiosidad. Estuvo olvidada durante 14 años hasta que decidí investigar un poco, pues con la crisis lo que sobra es tiempo…
Preguntando a algunos ceramistas, me enteré que aquello que tenía la piedra era esmalte. Aunque en ese horno de pan nunca se utilizó esmalte alguno, debieron ser los minerales que contenía la ceniza -que no se queman- los que se impregnaron en la piedra, convirtiéndose en esmalte por la corriente de aire y el calor. Llegados a ese punto, supe que podía intentar esmaltar piedra.
Lo siguiente y más difícil fue buscar el tipo de piedra adecuado que aguantase temperaturas altas. Pregunté a todos y por todos lados durante varios meses hasta que llegué a los Pirineos Navarros, donde los pastores me hablaron de piedras rusientes; piedras que colocaban en el fuego hasta que se ponían candentes y, era entonces, cuando las introducían en el kaiku (recipiente de madera que servía para ordeñar a las ovejas) para hacer hervir la leche. Las piedras no podían desprender arenilla ni tampoco podían ser tan duras como la caliza que estallaba con el calor.
Busqué por los montes y ríos piedras con esas características y, aunque costó mucho tiempo, al final las conseguí. Ahora sólo quedaba hacer las pruebas en el horno… Acudí a varios ceramistas conocidos, pero ninguno se atrevió por miedo a que estallaran y se les rompiera el horno, o el termómetro o las resistencias…. El caso es que tuve que comprar un horno de propano.
El 15 de Marzo comencé con la pruebas a 1000º C que fueron un éxito, con la sorpresa añadida de que el material de piedra se convierte en material cerámico tras el proceso. Seguí después con las pruebas de esmaltes a 980º C que también resultaron sorprendentes. Y en estos momentos me encuentro con las pruebas de vidrio a 800º C.
Antes de llegar a este éxito tengo que decir que se me han roto y agrietado muchas piedras; unas por demasiado gruesas, otras porque eran inadecuadas y otras por mi impaciencia de querer ver el resultado sin darles el tiempo necesario para que se enfriaran. Decir también que he contado con los inestimables consejos de artesanos profesionales ceramistas, en especial Blanca de Ollerías (Álava) o vidrieros como Igor Argiabadago de Irún (Guipuzkoa).